Rosario Cabrera nació con el siglo xx (1901) y siendo aún muy joven, ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes para estudiar pintura (1916), en medio de una generación que se caracterizó por la búsqueda de nuevos lenguajes plásticos capaces de trascender los estrictos criterios académicos. Al igual que sus colegas como María Izquierdo, Aurora Reyes, Nahui Ollin, entre otras, Cabrera enfrentó un sistema artístico eminentemente masculino en el cual las mujeres fueron consideradas bajo criterios que cuestionaban sus talentos, siempre en desventaja frente al “genio” de los hombres. 

Cabrera desarrolló una corta pero fructífera carrera —todo indica que dejó de pintar como una práctica constante alrededor de 1928— marcada por su interés en la enseñanza del arte y por consolidar una libertad creativa en los procesos, con el objetivo de acercar las expresiones artísticas especialmente a niños y jóvenes. Fue una grabadora avezada, retratista analítica, paisajista con un fuerte sentido del color y una escultora hábil, que supo transitar por las diferentes técnicas y géneros a pesar de que ella misma considerara que su obra “adolecía de unidad”. La artista señalaba: “Voy por muchos caminos sin hallar el que tendré que seguir algún día definitivamente”. Este juicio severo, sin embargo, fue proyección de un quehacer multifacético que demostró la capacidad de Cabrera y sus contemporáneas para traspasar los límites impuestos para las mujeres a lo largo de décadas, los cuales no solo les habían impedido acceder a una educación formal en arte, sino también practicar ciertos géneros y realizar más creaciones propias.

La exposición Rosario Cabrera: una pintora a contracorriente (1901-1975) busca recuperar la figura y legado de esta artista, fundamental para comprender los proyectos de enseñanza artística de la posrevolución, pero también abonar a la reflexión en torno al papel que desarrollaron las mujeres como agentes activas, en las transformaciones formales y discursivas del arte mexicano del siglo xx. La invisibilización de las mujeres en el ámbito artístico, así como en muchos procesos sociales e históricos, nos llevó a cuestionarnos también el papel que tenemos las instituciones públicas en estos borramientos. Deseamos que esta muestra se sume al esfuerzo colectivo por estudiar y reconocer el trabajo de las artistas mexicanas del pasado y el presente.

Curaduría MNSC