En 1843 la administración conservadora del gobierno de Antonio López de Santa Anna proyectó una renovación del sistema educativo mexicano. En ese tenor, y gracias al óptimo manejo de los fondos de la Lotería, dentro de los planes se buscó impulsar el desarrollo de las artes en México a través de la reorganización de la Academia de San Carlos. Una de las tantas estrategias fue la de contratar célebres artistas europeos a fin de que enseñaran las últimas novedades artísticas que prosperaban en Roma. No obstante, la pintura de paisaje quedó relegada y fue hasta 1853 que el director del ramo de pintura, Pelegrín Clavé, se interesó en que la Academia tuviera un maestro de pintura de paisaje y perspectiva para que sus alumnos aprendieran a realizar mejor los fondos de sus pinturas de historia.

En mayo de 1854 se eligió al pintor y grabador piamontés Eugenio Landesio como maestro de pintura de paisaje, perspectiva y ornato, debido a su larga y sólida formación artística en una Roma cosmopolita, donde aprendió de las tradiciones del paisajismo francés, italiano y alemán. Sin embargo, Landesio no sólo implantó estas ideas en México, sino que las usó de base para crear una pintura de paisaje propia, que tomara en cuenta las características naturales y culturales particulares. En pocos años Landesio logró revalorar la pintura de paisaje, pasando de ser el fondo de las pinturas de historia a ser el género que representaría a México en las Exposiciones Universales del último tercio del siglo XIX, como símbolo nacional y de la riqueza natural y cultural del vasto territorio.