¿Qué sucede cuándo después de un tiempo volvemos a mirar algo que ya creíamos conocer? ¿Continuamos viendo siempre lo mismo, o apoyados por distintos recursos de investigación podemos descubrir elementos nuevos y significativos que no conocíamos? ¿Es importante desarrollar el espíritu crítico y no creer ciegamente todo lo que nos dicen?
Un descubrimiento reciente, en relación con la autoría de una de las obras de la colección, aquí expuesta, confirma la urgencia y la necesidad de responder positivamente a todas estas preguntas. A continuación te contamos porqué:
La colección de obras de arte del Museo Nacional de San Carlos comenzó a formarse en 1784 con la fundación de la Real Academia de San Carlos de las Nobles Artes de la Nueva España, la primera academia oficial de arte en el continente americano. Como el objetivo principal de la colección era formar a las nuevas generaciones de artistas, muchas de las obras adquiridas eran pinturas realizadas por los discípulos o asistentes de alguno de los grandes maestros del arte occidental, así como copias realizadas por los mismos estudiantes y/o docentes de la Academia.
En 1968 se fundó el Museo Nacional de San Carlos, y la colección, basada principalmente en las obras de la Academia, continuó creciendo, principalmente a través de donaciones realizadas por coleccionistas particulares. De esta forma, en 1972, entró al acervo una pintura, titulada La sagrada familia, que entonces fue catalogada como atribuida al círculo del famoso pintor renacentista, Sandro Botticelli.
Sin embargo, recientemente, el investigador Christopher Daly, publicó los resultados de una investigación que realizó sobre dicha obra, donde después de realizar una cuidadosa revisión documental, y estudios científicos realizados en colaboración con expertos del Centro Nacional de Conservación y Registro Artístico Mueble (CENCROPAM) del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), llegó a la conclusión de que la pintura en cuestión, era parte de una obra de más grande, que representaba La Adoración de los Reyes Magos, y que había sido realizada no por el círculo de asistentes y discípulos, de Botticelli, sino por el mismo Maestro. Daly señala también que la obra se trata del eslabón perdido en la evolución de las representaciones de la Virgen con el niño Jesús de la que se tienen varias versiones.
Podemos concluir entonces, que cuando cambiamos la mirada, y nos atrevemos a plantearnos nuevas preguntas, podemos llegar a descubrir nuevos elementos que nos permiten releer la historia, e incluso, como en este caso, recuperar la autoría de una pintura de uno de los artistas más sobresalientes del Renacimiento.
En un afán por extender los programas educativos y culturales, el Museo Nacional de San Carlos trabaja con especial énfasis en las visitas interpretativas para atraer a público diverso: débiles visuales, personas de la 3ª edad, niños con síndrome de Down, mujeres embarazadas de alto riesgo, visitas guiadas para bebés y madres con el uso de la carriola (15 carriolas, donativo de Evenflo), entre otros grupos con capacidades diferentes.
Es preciso señalar que personal de Servicios Educativos acude a los hospitales gubernamentales para efectuar dinámicas educativas con niños en etapa de gravidez, como parte del programa extramuros titulado La Maleta de San Carlos.